#ElPerúQueQueremos

Elecciones 2012: Juego de Tronos en Venezuela

Publicado: 2012-09-03

Anthony Medina

Lic. en Ciencia Política (UNMSM)

Este año se celebra la segunda elección presidencial venezolana desde el ascenso al poder de Hugo Chávez Frías en 1999, que puso fin al periodo democrático llamado “Pacto de Punto Fijo” (o “Cuarta República”), en el que los partidos políticos Acción Democrática y COPEI se alternaron en el poder desde 1958. En 13 años de gobierno, el presidente Chávez rompió de manera progresiva con los principales consensos que guiaban la política interna y externa del país durante el periodo ‘puntofijista’, en el que se ha transitado de las cenizas de un sistema de partidos colapsado hacia un régimen autoritario-competitivo con fuerte intervención del Estado en la economía. Al dar por terminado el ciclo de privatizaciones y apertura petrolera de los años 90 del siglo pasado, el chavismo recuperó el control estatal del principal recurso natural venezolano de exportación, el petróleo, a la par que la actividad empresarial del Estado iba creciendo en prácticamente todos los sectores productivos (actualmente, la burocracia pública está compuesta por más de 2 millones de personas). Se ha socavado así la base económica de la oposición a través de la nacionalización de empresas y tierras.

Con amplia libertad para el uso de fondos públicos, el Gobierno chavista creó ambiciosos programas sociales (las llamadas “Misiones”, en su mayoría con apoyo de docentes y médicos cubanos), los cuales, a la vez que llegaban a diversos sectores excluidos de la población, también aseguraban una amplia masa electoral basada en una eficiente red clientelista de operadores políticos, milicias bolivarianas y fuerzas paraestatales afines al régimen. (Según el diario venezolano El Universal, actualmente un promedio del 40% de la población venezolana —8,5 millones de personas— se beneficia de los programas sociales del Gobierno.)

La (no tan) nueva política exterior de Venezuela

En el escenario internacional, el chavismo politizó a las Fuerzas Armadas venezolanas con el objetivo de romper con la tradicional alineación de su país tras la agenda política y de seguridad de los Estados Unidos, especialmente luego del intento de golpe de Estado cívico-militar del 2002, del cual Hugo Chávez responsabilizó directamente al gobierno de George W. Bush. (Es necesario señalar que Chávez no fue el primer presidente venezolano en tener conflictos con los Estados Unidos. Recordemos que en los años 70 del siglo XX el primer gobierno de Carlos Andrés Pérez declaró la nacionalización petrolera bajo las banderas de solidaridad con los países del llamado “Tercer Mundo”, al tiempo que restableció relaciones con Cuba, la Unión Soviética y la China comunista, así como con diversos países de Oriente Próximo para impulsar la creación de la OPEP y limitar el poder de las multinacionales petroleras.) En esa línea, la Venezuela chavista ha diversificado su oferta petrolera a la vez que ha buscado forjar alianzas políticas y comerciales con países emergentes cuyos intereses colisionan con los de las principales potencias occidentales: Rusia, China, Irán, Siria, Bielorrusia, etcétera, y con sus vecinos regionales en el marco de organismos internacionales como la Alianza Bolivariana de las Américas, el Mercosur y Unasur. Nuevamente, esta conducta internacional venezolana tampoco es tan novedosa como se podría creer. Algunos ejemplos: mientras que el general Marcos Pérez Jiménez coordinaba con otras dictaduras militares centroamericanas en la llamada “Internacional de las Espadas”, Rómulo Betancourt enviaba tropas a República Dominicana para derrocar a Rafael Leónidas Trujillo, Carlos Andrés Pérez era uno de los principales líderes de la política tercermundista ya mencionada y Luis Herrera Campins impulsaba el “Grupo de Contadora” para la paz en Centroamérica. El fomento de nuevos organismos regionales y la intervención selectiva en los asuntos internos de terceros países son una vieja tradición venezolana y no pueden definirse como exclusiva de un gobierno en particular. No son los métodos de la Política Exterior Chavista, sino sus fines, aquello que la diferencian del período anterior; siendo su máximo objetivo la Integración política de América Latina en el marco de un sistema de balance de poder multipolar que contrapese la presencia de los Estados Unidos en el mundo.

Ascenso, estancamiento y lucha por el statu quo

Si retrocedemos al año 2006, veremos que las condiciones políticas internas y externas no hubieran podido ser más favorables para la profundización de la Revolución Bolivariana de Chávez, quien acababa de reelegirse por segunda vez. En ese tiempo el precio del petróleo crecía sin parar; la Comunidad Andina estaba en crisis a raíz de la confrontación ideológica entre los países del ALBA y sus vecinos neoliberales (el Perú y Colombia, por los TLC); los conflictos diplomáticos de los Estados Unidos con Irán, Rusia y China llevaban a estos países a acercarse a Venezuela; y la OPEP estaba cada vez más fuerte a pesar de haber sido desahuciada en los años 90. Pero, sobre todo, Chávez logró el control absoluto de la Asamblea Nacional (Congreso de Venezuela) luego de que la oposición se negara a participar de las elecciones legislativas y acusaba al gobierno de preparar un fraude. No fue la voluntad dictatorial del gobierno chavista, sino la desorganización y falta de reflejos políticos de los diversos grupos de oposición, lo que dio el control absoluto de la Asamblea a Chávez, quien cada vez ganaba mayores simpatías a nivel internacional, incluso dentro de algunos sectores pobres en los Estados Unidos. (En el año 2005 Venezuela envió combustible subvencionado a New Orleans para la iluminación de hogares damnificados por el Huracán Katrina.)

Sin embargo, la aparentemente imbatible progresividad de la Revolución Bolivariana se detuvo en el año 2008, dado el súbito bajón de los precios del petróleo a causa de la crisis financiera internacional, así como la llegada de Barack Obama a la Casa Blanca. Ambos factores limitaban la estrategia de polarización ideológica internacional que Chávez utilizaba con el presidente George W. Bush, así como, en menor escala, con líderes sudamericanos como Álvaro Uribe y Alan García. Según un estudio de Makram Haluani y Adriana Boersner, profesores de Relaciones Internacionales de la Universidad Simón Bolívar, a partir del periodo 2006-2010 se vio una clara priorización de la región latinoamericana como destino de las visitas presidenciales de Chávez. Esa priorización se puede traducir en un esfuerzo por mantener vigente el statu quo regional, implementando un esquema de comercio directo de “petróleo por mercancías” través de la iniciativa “Petrocaribe” en Centroamérica, a la vez que disputaba (con menor éxito) el liderazgo sudamericano con Brasil (esto de manera más discreta, dada la afinidad política e ideológica entre los presidentes Chávez y Lula da Silva). Así, los poco transparentes acuerdos en materia de seguridad firmados con Cuba, el intento de revertir el golpe de Estado en Honduras (país miembro de la Alianza Bolivariana) y la insistencia en salir de la jurisdicción de la Corte Interamericana de Derechos Humanos deben ser entendidos como parte de la estrategia general del gobierno chavista. (Al respecto, revisar esta investigación publicada en la Revista Andina de Estudios Políticos, volumen 2, número 1, 2012; clic AQUÍ.)

La muerte del Rey y el juego de tronos

A pesar de la derrota de Chávez en el referéndum del 2007 para la reforma constitucional que daría paso a la reelección indefinida del Presidente, en el 2009 el oficialismo logró que se apruebe una reforma constitucional que permita “la postulación de cualquier cargo de elección popular de manera continua”. La intención fue clara: si bien los avances internos y externos de la Revolución chavista se fueron estancando en los últimos años, a inicios del 2011 se seguía dando por descontada la victoria de Chávez en las elecciones presidenciales del próximo año… hasta que llegó lo impensable…

A mediados de junio del 2011, el Presidente electo Ollanta Humala realizaba su primera gira por Sudamérica y los Estados Unidos para invitar a los líderes de la región a la toma de mando del 28 de julio. En esa ocasión Humala no pudo visitar al presidente Chávez, debido a que éste se hallaba internado en Cuba a causa de una “lesión” en la zona pélvica de la cual no se tuvo mayor información. Los rumores sobre los problemas de salud del Presidente obligaron a Chávez a reaparecer leyendo un comunicado a la opinión pública venezolana e internacional en el cual, a un año de las elecciones, anunció oficialmente que padece de cáncer.

Si bien existe mucha especulación sobre la magnitud del cáncer y la capacidad o no del presidente Chávez para tomar las riendas del gobierno por un periodo más, lo cierto es que varios indicadores deben ser tomados en cuenta. A pesar de que actualmente muestra una imagen mucho mejor que la del año pasado (cuando se veía obligado a caminar con un bastón y sus apariciones públicas brillaron por su ausencia), el presidente Chávez decidió atenderse en Cuba debido que allá le es más fácil mantener una atmósfera de secretismo existente sobre el tipo de tratamiento que lleva. Asimismo, el Gobierno se negó a acoger la propuesta de la oposición, que pedía que todos los candidatos a la presidencia debían presentar su historial médico antes de inscribir su candidatura (naturalmente, con un objetivo claro y específico). Incluso algunas declaraciones del mismo Chávez nos llevan a inferir su real estado de salud, como cuando afirma que es posible que no pueda seguir gobernando más allá del 2020, o exhortando al pueblo a seguir el proceso bolivariano “si llegara a sucederme[le] algo”. Si bien aquí entramos al campo de la especulación, es innegable que tanto en el chavismo como en la oposición existe una preocupación real por la salud del Presidente, así como por las consecuencias negativas que su deceso podría traer a ambos bandos. Recordando la obra de George R. R. Martin, la muerte inesperada del rey desencadenará el “Juego de Tronos”, en el que la casa familiar más fuerte se impone sobre las demás. Pasemos, entonces, a analizar dichas “casas”.

Actores, contexto y escenarios de transición

Oficialismo: Como mencionamos, en principio Chávez tenía y tiene todas las posibilidades de ganar en las elecciones del 2012. Incluso entre encuestadoras independientes, el Presidente le ganaría con un promedio de 54% a su rival de la oposición unificada, el joven gobernador del estado Miranda, Henrique Capriles Radonski, quien solo alcanzaría un 23%. Muy diferente sería en el caso de una competencia sin Chávez. Según la encuestadora “Consultores 21”, Capriles ganaría en todos los escenarios con un 49% frente al vicepresidente Elías Jaua (40%), ante el hermano del Presidente, Adán Chávez (40%), el canciller Nicolás Maduro (39%) y el diputado Diosdado Cabello (38%). Curiosamente, en las últimas semanas han surgido numerosas encuestas con resultados muy distintos a los que al inicio se daban por garantizados; así como la respectiva alineación de las mismas a determinados medios de comunicación en función al candidato que benefician, ya sea el oficialista o el opositor. Los peruanos ya sabemos de qué se trata todo esto, como bien recordamos luego de nuestras últimas elecciones presidenciales.

La presencia de Chávez se convierte en una necesidad. Incluso sus mismos partidarios están conscientes de que una súbita desaparición del Presidente haría visibles las múltiples fisuras existentes en el chavismo, compuesto por el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) y diversos grupos de izquierda y de las Fuerzas Armadas adeptos al régimen. Chávez ha buscado evitar esta discusión, a la vez que ha dado señales confusas para evitar verse demasiado cercano a alguno de sus potenciales sucesores. Colocó a su canciller Nicolás Maduro (muy cercano a él y a los cubanos) en diciembre del 2011 como candidato a gobernador (Presidente Regional, en nuestros términos) de Carabobo, un bastión opositor en donde tenía muy pocas opciones de ganar. De igual manera, ha ubicado al vicepresidente Elías Jaua como candidato en el estado Miranda, también opositor. El nombramiento del ex militar Diosdado Cabello como presidente de la Asamblea Nacional podría indicar la intención de Chávez de mantener el control sobre las Fuerzas Armadas, dadas las buenas relaciones entre Cabello y diversos sectores de éstas. Si bien en algún momento se habló de una sucesión “a la cubana”, al parecer Hugo Chávez no está interesado en que su hermano Adán lo siga en el poder, dado que no goza de mayor popularidad fuera del estado Barinas, donde es Gobernador.

La aparentemente imbatible progresividad de la Revolución Bolivariana se detuvo en el año 2008, dado el súbito bajón de los precios del petróleo, así como la llegada de Barack Obama a la Casa Blanca. Ambos factores limitaban la estrategia de polarización ideológica internacional que Chávez utilizaba con George W. Bush, así como, en menor escala, con Álvaro Uribe y Alan García.

En el partido de gobierno también empiezan a hacerse notar las incomodidades. Los gobernadores de los estados Monagas y Lara, ambos del PSUV, renunciaron a causa de discrepancias con el Gobierno por la forma como maneja sus relaciones con las Gobernaciones Regionales. Del lado de Chávez, éste se ha opuesto a realizar elecciones primarias en el PSUV para diciembre del 2012, con el objetivo de evitar que surjan liderazgos paralelos que cuestionen la autoridad presidencial, como ya ocurrió en las primarias del 2010, cuando varios candidatos impulsados por él perdieron frente a otros con mayor arraigo local. Asimismo, Chávez ha seleccionado algunos coordinadores de campaña presidencial externos a los estados donde el PSUV gobierna, lo que indicaría la poca confianza que tendría en éstos. Con la enfermedad a cuestas, Chávez ya no puede hacer frente a las largas caminatas ni a los interminables discursos que caracterizaban sus campañas anteriores. La movilización de recursos estatales, la presencia en medios de comunicación y la disciplina de la mayoría de sus partidarios compensan parcialmente este problema. Desde el año pasado, el PSUV ha venido impulsando una nueva Misión Social que consiste en movilizar a voluntarios de todo del país con el propósito de atraer 10 millones de nuevos votantes para las próximas elecciones, así como de identificar potenciales clientes para los nuevos programas sociales que impulsará el Gobierno.

Oposición: Actualmente, encontramos una oposición mucho más realista y menos intransigente que en años anteriores, como cuando intentó deponer por la fuerza a Chávez en el 2002, o como cuando trató de boicotear las elecciones legislativas en el 2005. Han comprendido que el surgimiento de Chávez no se produjo a causa de azares del destino, sino debido al progresivo descrédito del sistema ‘puntofijista’ de “adecos” y “copeyanos”, incapaz de atraer sangre nueva a sus filas; a la vez que la política de privatizaciones y apertura económica de fines de los 80 agravaba el descontento social (basta recordar el tristemente célebre “Caracazo” de 1989). Esto, que para cualquier analista suena a obviedad, no lo fue tanto para una oposición acostumbrada a 40 años en el poder.

En este sentido, la oposición ha tomado como bandera la defensa de la Constitución (elaborada por el chavismo y aprobada en 1999) como método para limitar cualquier tentación autoritaria. Buscando la unidad de criterios, apoyaron sin éxito la candidatura de Manuel Rosales en el 2006 (hoy exiliado en nuestro país), y en el 2008 lograron controlar los estados Miranda, Carabobo y Zulia (este último, el de mayor riqueza petrolera del país). Finalmente, en el 2009 la oposición logró unificar a 26 partidos de diversas tendencias ideológicas, incluso marxistas-leninistas que consideran al chavismo como “una desviación militar-burguesa de la lucha de clases”(increíble, pero cierto), así como a ex oficialistas decepcionados del presidente Chávez. Bajo el nombre de MUD (Mesa de la Unidad Democrática), la oposición logró arrebatarle al chavismo 67 de 165 escaños en la Asamblea Nacional (los suficientes como para bloquear cualquier iniciativa de delegación de facultades legislativas o de cambio de leyes orgánicas, a pesar de lo cual el oficialismo sigue teniendo mayoría parlamentaria, con 98 escaños). La“gran transformación” de la oposición venezolana consistió en comprender que 13 años de chavismo han inclinado el centro político del país más a la izquierda, y cualquier promesa de cambio radical en ese sentido será castigado en las urnas. (Si bien actualmente siguen criticando el carácter clientelista de los programas sociales de Chávez, reconocen su importancia como factor de inclusión social y participación ciudadana.) Por otro lado, la realización de elecciones primarias en el MUD contrasta con su ausencia del lado del PSUV, el que, paradójicamente, fue creado bajo las banderas de la democracia directa y la participación popular. El ganador de esas elecciones primarias, Henrique Capriles Radonski, se enfrentará “al candidato del PSUV” en las elecciones del día 7 de octubre.

Capriles empezó como el legislador más joven de la Asamblea por el partido COPEI, pero rompió posteriormente con él en el año 2000 y cofundó el partido político Primero Justicia, con el que obtuvo la alcaldía del distrito caraqueño de Baruta y, en el 2008, le ganó la Gobernación de Miranda al mismísimo Diosdado Cabello, uno de los hombres clave del chavismo. Al revisar su página web, no podemos dejar de pensar en los lemas de campaña del actual Presidente del Perú: inclusión social con mayor gasto en Educación y Salud, y un discurso edulcorado muy alejado de la tradicional actitud opositora (siguiendo la moda regional, se presenta como “el Lula venezolano”). Ciertamente, los asesores de marketing de Capriles han hecho un muy buen trabajo, si se toma en cuenta que en ambos lados la campaña está más centrada en discursos prefabricados que apelen al sentimiento popular que en propuestas concretas. Del lado de Capriles, esto ha sido imprescindible para intentar convencer a aquellos votantes tradicionales del chavismo en zonas pobres, especialmente los que consideran a los hijos de “la IV República”como oligarcas defensores de privilegios de clase. Los chavistas saben jugar con esa imagen, y presentan a Capriles como un golpista, dada la poca diligencia que tuvo como alcalde de Baruta en proteger la Embajada cubana cuando varios líderes del oficialismo buscaron refugio tras sus muros durante el intento de golpe del 2002.

Factores de conflicto

Dada la situación actual de los actores que se enfrentan, lamentablemente la violencia es un lugar común en casi todos los escenarios electorales que pudiéramos plantear. Esto por tres razones. Primero, porque la beligerancia retórica entre chavismo y oposición no ha disminuido a pesar de los esfuerzos de Chávez y Capriles. Mientras que el primero afirma que aceptará los resultados de las elecciones sean cuales fueren, el segundo hace público su deseo por la recuperación de la salud del presidente. Basta con visitar algunos foros, redes sociales, comentarios en páginas web de medios o de YouTube para dudar que dichas afirmaciones sean compartidas por la mayoría de partidarios de ambos líderes.

Segundo, porque el sistema electoral venezolano es uno de los más modernos y eficientes del mundo. Es pionero en el uso de cédulas electrónicas y de reconocimiento biométrico para facilitar el conteo de votos en tiempo real. ¡Y justamente ése es el problema! Bajo el principio de que “si está conectado, es ‘hackeable’ (idea bastante razonable, por cierto, dados los antecedentes a nivel mundial), la oposición no confía en que un Consejo Nacional Electoral (CNE) prochavista evite incurrir en fraude o manipulación de las cifras a favor del oficialismo. (Claro que, si ganaran, ahí sí confiarían, pero ése ya es más un problema regional que propiamente venezolano.) Al respecto, es absurda y contraproducente la decisión del CNE de reducir la participación de observadores internacionales, cuando una de las principales fuentes del prestigio internacional de Chávez fue la transparencia de las elecciones del 2006, en las que ni los observadores de la Unión Europea ni los de la OEA y el Centro Carter hallaron indicios de fraude a pesar de las denuncias de la oposición.

Por último, la impredictibidad de las Fuerzas Armadas. Si bien el legado chavista influenciará en cualquier tipo de transición, serán los militares quienes tendrán la última palabra sobre la forma en que dicha transición será llevada a cabo. En los últimos años, Chávez ha buscado convertir a las Fuerzas Armadas en otro actor político más en la defensa de la Revolución. Les cambió el nombre oficial a “Fuerza Armada Nacional Bolivariana”,al igual que sus lemas han sido imbuidos por la retórica izquierdista del Gobierno ("Patria, Socialismo o Muerte" había sido el saludo oficial, hasta que por obvias razones, Chávez decidió cambiarlo por "Patria Socialista y Victoria, viviremos y venceremos"). Mediante una política de incentivos, ascensos y retiros a discreción, Chávez logró el control político de las Fuerzas Armadas de forma similar a como lo hicieron los ‘puntofijistas’ a inicios de los años 50 del siglo pasado luego de derrocar a Pérez Jiménez. El ministro de Defensa, Henry Rangel Silva, ha llegado incluso a decir que “los militares están casados con el Proyecto Bolivariano”, aunque tuvo que retractarse después bajo la línea oficial de respetar los resultados de las elecciones. Aparte de expresar su respeto por la jerarquía de las instituciones castrenses, Capriles ha evitado pronunciarse sobre el papel de las Fuerzas Armadas en el nuevo Gobierno.

Es necesario señalar que las Fuerzas Armadas venezolanas no son monolíticas bajo el criterio de fidelidad al régimen, pues existen entre ellas divisiones tanto ideológicas como corporativas. Muchos militares en rangos medios y bajos se oponen a la política de ascensos y retiros de Chávez, así como a la influencia creciente de los asesores cubanos. La Marina y la Fuerza Aérea son más reacias a identificarse con el régimen, a diferencia del Ejército, la Guardia Nacional y las milicias.

Conclusiones:

-    Actualmente, existen condiciones suficientes como para que se produzca un estallido social violento a causa del no reconocimiento de los resultados de las elecciones en Venezuela. La intransigencia retórica del chavismo y la oposición, la menor presencia de observadores internacionales, el misterio sobre la salud del Presidente, el retiro de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, las acusaciones mutuas de fraude y, sobre todo, unas Fuerzas Armadas politizadas en el medio, configuran un escenario en el que un golpe militar o una guerra civil se convierten en posibilidades latentes.

-    Al respecto, las politólogas Rut Diamint y Laura Tedesco presentan una polémica hipótesis en un informe de FRIDE del año pasado (noviembre del 2011; clic AQUÍ): Bajo la lógica del “mal menor”, la oposición buscaría una transición democrática siguiendo el modelo de la Concertación chilena, neutralizando todo posible levantamiento del estamento militar bajo el compromiso de no revisar el pasado poco transparente de aquellos altos mandos comprometidos con actos de corrupción durante el periodo chavista. (Esta hipótesis explicaría por qué los opositores ya no están interesados en desmantelar las misiones sociales de Chávez.) Las autoras del informe consideran ésta como la solución políticamente más viable tomando en cuenta que a la oposición no la une nada más aparte de ser, efectivamente, oposición; y una actitud muy confrontacional con los militares podría hacer estallar fácilmente una reacción violenta de éstos. Todo esto, en un país con un índice de inseguridad ciudadana que está entre los más altos del mundo. (El 2011 fue el año más violento de la historia de Venezuela. Según el Observatorio Venezolano de la Violencia, de una población de 29 millones de personas, el índice de asesinatos es de 67 por 100.000: el doble que Colombia, con 33,5 por 100.000.)

-    Frente a todo esto, ¿qué le conviene al Perú? A pesar de la retórica, Chávez supo manejar sus relaciones comerciales con ÁlvaroUribe multiplicando el intercambio entre su país y Colombia; y a pesar de los altibajos ya conocidos, esta tendencia se ha consolidado con la llegada de Juan Manuel Santos al gobierno. Aunque este dato es poco conocido, con nosotros es igual. Estemos o no de acuerdo con la política interna de dicho país, Venezuela es uno de nuestros socios comerciales no tradicionales más importantes; especialmente dado el carácter importador de su economía como resultado del deterioro de su aparato productivo y su excesiva dependencia del petróleo. Consolidar una zona de libre comercio de manufacturas y alimentos, aprender de la experiencia venezolana para potenciar Petroperú y cooperar en asuntos de interés mutuo son actividades legítimas y normales en cualquier país. Es absurdo pensar que el hecho de querer establecer relaciones diplomáticas con Venezuela iría en desmedro de nuestras relaciones con terceros países; así que debemos mantener esos objetivos sea quien sea el que gane las elecciones venezolanas.

-     No hacer caso a la prensa ideologizada y huachafa es también parte de nuestro interés nacional.


Escrito por

Anthony Medina R.

Politólogo, 28 años, docente universitario e investigador en temas de Relaciones Internacionales Latinoamericanas. Blog misceláneo.


Publicado en

MOCHILERO

Política, Mundo, Sociedad y Cultura Pop en el Perú