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El Poder Absoluto: Barack Obama y el dilema de Kira(*)

Publicado: 2012-08-15

“Es verdad, yo soy Kira. ¿Qué vais a hacer ahora?,

¿matarme aquí mismo?

Si cierto, Soy Kira. Y también… soy el Dios del nuevo mundo.

Ahora yo soy la ley y el único que mantiene el orden.

Me he convertido en la justicia, en la esperanza de la gente.

¿Quieres matarme? ¿Crees que es lo correcto?

Desde que llegó Kira hace 6 años, ha desaparecido la guerra

en el mundo,

y la criminalidad se ha reducido en un 70 por ciento,

¡Pero sin embargo el mundo sigue estando podrido!

Hay demasiada gente inmunda, ¡Alguien tiene que hacer algo!,

En el momento en el que el cuaderno vino a mí, ¡supe que

debía hacerlo!

O mejor dicho... ¡supe que era el único capaz de hacerlo!

Sabía perfectamente que matar era un crimen,

¡Pero era el único modo de enderezar las cosas!

Era la misión que se me había encomendado, debía cumplirla.

¿Quién si no habría sido capaz de llegar tan lejos y de seguir

con ello?

Así es, solo yo puedo crear un nuevo mundo”.

- Light Yagami, Kira -

(*) Escrito el 11/Jun/12.

De buenas intenciones está hecho el camino al Infierno, dice un refrán popular. Esta es una historia de buenas intenciones.

Creo que todos (sí, todos) hemos pensado en algún momento de nuestra vida, y en función a nuestras preferencias, ideas, teorías o prejuicios; que la circunstancia que nos rodea (nuestro Mundo personal) mejoraría si un buen día simplemente desaparecieran determinadas personas que representan infranqueables obstáculos para el logro de nuestros objetivos personales. Dependiendo de si se es un empleado mal pagado, un escolar víctima de bulling, un joven activista político, un ignoto inventor o un ciudadano común sin relevancia colectiva; la mira puede fijarse en un mal compañero de carpeta, el jefe de una oficina, un falso amigo, un político corrupto, un banquero lavador de dinero, etc. Al final todo queda en un pensamiento que es olvidado con el devenir normal de la realidad y el efecto disuasivo de las normas básicas de convivencia social, especialmente aquellas relacionadas con el Derecho Penal.

¿Pero qué pasaría si un día, un simple mortal obtuviese la capacidad de eliminar (léase, matar) a cualquiera con sólo desearlo, así sea a una distancia incluso de miles de kilómetros; y sin dejar el menor rastro ni sospecha? ¿Y qué pasaría si esa persona no fuese un empleado mal pagado ni una simple víctima de bulling, sino un auténtico fanático de sí mismo, un psicópata que se considera a sí mismo la reencarnación de Dios en la Tierra y el llamado a limpiarla de toda maldad, delincuencia, caos, corrupción, etc.?

Pues de eso trata la conocida serie Death Note (El Cuaderno de la Muerte), la cual es considerada como una de las obras maestras de toda la historia de la animación japonesa (anime). Clasificada como un thriller policíaco, Death Note cuenta la historia de Light Yagami, un estudioso e inofensivo joven de 17 años, quien vive frustrado a diario por la injusticia y maldad que percibe a su alrededor, así como la impotencia de sentirse demasiado insignificante como para poder hacer algo al respecto. Caminando por los pasillos de su escuela, Light encuentra tirado en el piso un cuaderno en blanco, en cuya tapa se lee la frase Death Note y unas extrañas indicaciones: Los humanos cuyos nombres sean escritos en este cuaderno morirán. Una vez escrito el nombre, si la causa de la muerte es escrita antes de 40 segundos, esa muerte ocurrirá.

Al principio Light pensó que se trataba de una broma, pero descubrió que la Death Note era real cuando ésta le permitió salvar a una chica de ser asesinada en la calle, escribiendo a tiempo el nombre del atacante. Nunca volvería a ser el mismo desde entonces.

Al descubrir el increíble poder del cuaderno, Light llega a la conclusión que el propósito de su vida es el de convertirse en la verdadera Justicia, aquella que cambie para siempre al mundo, creando una Utopía en donde no exista gente malvada. Para ello empieza a revisar todas las bases de datos de Internet, identificando a los peores criminales del mundo y eliminándolos tan solo con apuntar sus nombres en la Death Note. Mientras que los gobiernos no pueden explicar qué origina la incontrolable ola de infartos entre criminales y delincuentes en todo el mundo, la popularidad del misterioso asesino (al que bautizaron como Kira [1]) es cada vez mayor en Internet[2], en donde es considerado un Mesías y un omnipresente benefactor cuyo efecto es cada vez más evidente gracias a la disminución de la criminalidad global.

Volviendo al inicio de nuestro artículo, ¿Qué tiene que ver todo esto con el presidente estadounidense Barack Obama, quien es mencionado en el título? Pues que nos acabamos de enterar por la prensa estadounidense que la nueva política antiterrorista del presidente Obama lo pone en una situación similar a la del estudioso e inofensivo Light Yagami, el usuario de la Death Note.

Para quienes vienen siguiendo las campañas militares de los Estados Unidos en Oriente Medio, no es una novedad la creciente importancia que tienen los drones (aviones no tripulados) desde la llegada de la administración Obama. Estos robots a control remoto han servido principalmente para reconocimiento territorial, pero también para asesinatos de militantes de Al-Qaeda y sus redes conexas en los territorios de Somalia, Afganistán, Pakistán y Yemen. Incluso la captura y muerte de Muammar Al-Gaddafi estuvo más relacionada con la acción de estos robots que con la participación de la oposición libia[3]. El uso de drones le ha permitido a las Fuerzas Armadas aumentar sus capacidades operativas con un uso mucho menor de personal militar en el campo, así como una mayor efectividad en el cumplimiento de misiones. Es por ello que, a diferencia de la política de la administración Bush, la línea seguida por Obama goza de mayor popularidad entre la opinión pública estadounidense. De hecho, es cada vez mayor el personal militar estadounidense que se capacita en el manejo de drones, los cuales requieren habilidades más similares a las de un gamer que las de un soldado, en el sentido clásico del término. De manera paralela, la importancia de los comandos de operaciones especiales también ha ido en aumento, teniendo como mayor ejemplo el hallazgo y muerte de Osama Bin Laden en Pakistán por parte del comando de élite de los Navy SEALS.

Si bien todo eso ya era conocido, lo que hasta hace poco no se sabía era la forma como se tomaban las decisiones en torno a este tipo de operaciones. Y aquí es donde un aspecto crucial de la política norteamericana coincide con la serie animada de ficción de la que hablábamos. En los Estados Unidos se acaba de producir un muy duro debate a causa un extenso artículo publicado el pasado 6 de junio en el New York Times[4], el cual describe dicho procedimiento. Según la investigación, el presidente Obama se reúne semanalmente con su equipo de operaciones antiterroristas en el extranjero, el cual le presenta una lista con nombres e información de personas sospechosas de pertenecer o tener vínculos con Al-Qaeda: Datos personales, fotografías, transcripciones de conversaciones, red de contactos; la información más diversa y detallada sobre potenciales blancos es transmitida semanalmente en una carpeta que los autores del artículo han denominado Kill List (¿Les suena a algo?). Si bien la información es analizada en conjunto por el Presidente y sus asesores, al final es el mismo Obama el que se reserva la potestad de decidir si el individuo fichado debe ser asesinado o no. Bajo un ambiente de secretismo basado en la necesidad de preservar la seguridad nacional; el mismo Presidente que durante su campaña se comprometió a terminar con las guerras en Irak y Afganistán, así como cerrar la base de Guantánamo, se halla inmerso en una guerra donde (paradójicamente) ya no existen ni prisioneros ni torturados.

Andrew Bacevich, profesor de Historia y Relaciones Internacionales en la Universidad de Boston, señala que esta tendencia del presidente Obama a privilegiar las operaciones especiales le ha dado un margen de autonomía en materia de política de seguridad que ni siquiera el anterior presidente George W. Bush tuvo[5]. Y dado que autonomía y accountability se contraponen, al final el público sólo puede enterarse de aquello que el mismo gobierno permite que sea revelado (O sea, desclasificado)[6]. Es notable la diferencia, ya que tanto Clinton como Bush tuvieron que anunciar en televisión que se intervendría en Bosnia e Irak, respectivamente; y siempre había miembros del Congreso que estaban al tanto de las acciones que se realizaban. Ahora, dado el carácter de estas operaciones especiales, ni el Congreso ni la prensa son necesarios para que el Ejecutivo pueda actuar según su criterio; así como tampoco puede definirse el momento en el que se da por terminada una guerra si ni siquiera ha sido declarada formalmente, quedando eso también a criterio del Presidente[7].

Como analogía entre ambos casos, el del joven estudiante y el del presidente, surge lo que denominamos el dilema de Kira: El individualismo ético (de una persona, grupo, partido, etc.) como fuente última de decisión sobre la vida y muerte de otro ser humano en función a lo que se considera la necesidad de un bien superior[8]; sea la creación de un mundo mejor, o en su defecto, hacer sostenible el menos malo posible. En este caso específico, hablamos de la capacidad potencial del presidente de los Estados Unidos para decidir en su sala de reuniones la muerte efectiva e inevitable de cualquier habitante en el planeta; como un fin que justifica los medios, llevado a sus últimas consecuencias. Éste no sólo es un problema filosófico, sino que tiene consecuencias políticas de alcance global.

A diferencia de la década pasada, cuando los peruanos (y los latinoamericanos, en general) podíamos pasar de frente silbando y mirando al costado durante las invasiones de los lejanísimos e incomprensibles Irak y Afganistán; el día de hoy entramos a una nueva era en donde las principales disputas internacionales entre potencias se producirán en la región Asia-Pacífico. De la gran variedad de políticas y estrategias que los Estados Unidos han planteado para esta zona, se deduce que el objetivo más claro y evidente de su reorientación de prioridades consiste en contener a China y evitar que a mediano y largo plazo su poder económico llegue a traducirse en un poder político-militar que represente una amenaza para los intereses globales de los Estados Unidos; especialmente aquellos que conciernen a la libertad de comercio marítimo, de la cual éstos han sido principales garantes y benefactores[9].  Ese objetivo ha hecho que los Estados Unidos vuelvan a mirar a América Latina con una mezcla de pasividad y preocupación, debido a la cada vez mayor influencia económica y política que tiene China en nuestra región. Buena parte de los países latinoamericanos ya tiene a China como principal socio comercial e incluso existe una iniciativa conjunta para proyectarse económicamente hacia la región Asia-Pacífico en bloque. En el caso específico del Perú, la influencia china ha llegado a traducirse incluso en aspectos específicamente militares, como por ejemplo la reciente cancelación por parte del Ministerio de Defensa de un contrato con un consorcio armamentístico que incluía participación estadounidense[10].

Es lógico que, tarde o temprano, Estados Unidos replantee su política latinoamericana como consecuencia directa de este proceso. La pregunta es: ¿De qué manera lo hará? Si bien las iniciativas económicas win-win siempre son bienvenidas (y de hecho, la cooperación económica de los Estados Unidos con América Latina supera con creces la cooperación militar[11]);  no podemos descartar la posibilidad de que nuestra región sea afectada por posibles daños colaterales derivados de un potencial recrudecimiento del conflicto entre China y Estados Unidos, a la vieja usanza de la Guerra Fría.

Y son esos posibles daños colaterales los que nos preocupan. ¿De qué manera el Perú podría responder a los nuevos estándares de seguridad de los Estados Unidos si, en respuesta a alguna futura catástrofe de cualquier índole, éste país decide reservarse el derecho de realizar operaciones especiales en nuestra región? Más específicamente, ¿Y si en vez de afganos, yemeníes o pakistaníes fueran asesinados ciudadanos peruanos en nombre de la guerra global contra el terrorismo (o contra el narcotráfico, en nuestro caso) sin conocimiento y sin ninguna posible capacidad de respuesta por parte de las autoridades peruanas?

Ciertamente, al igual que al portador de la Death Note, a muchos podría parecer tentadora una respuesta inmediata que desaparezca el mismo día a todos los narcotraficantes y terroristas en el área del VRAE; especialmente frente a la terrible incompetencia que ha demostrado el Estado Peruano para con una lucha que no tiene ni visos de asemejarse a lo que sucede en nuestra vecina Colombia[12]. Pero eso no nos permite evadir un problema esencial: ¿Es justo que sea un gobierno extranjero el que tenga que venir a arreglar nuestros propios problemas ya que somos incapaces de responder a ellos? Más aún, ¿Es justo que sea una sola persona en el extranjero la que tome la decisión final sobre la vida o muerte de ciudadanos nacionales? ¿Cuáles serían las consecuencias políticas? Hace unas semanas, la embajadora de los Estados Unidos se pronunció sobre los conflictos sociales en el Perú, así como de la inconveniencia de realizar cambios ministeriales con tanta frecuencia. En lugar de cerrar filas contra lo que era una abierta intervención en nuestros asuntos internos[13], una buena parte de nuestros comentaristas en medios y redes sociales defendió la posición de una diplomática extranjera. Puede ser una injerencia, pero es verdad, era el argumento[14]. ¿A alguien le queda duda que esas mismas personas aplaudirían una operación estadounidense en el VRAE como la que describimos líneas arriba?

Como sea, lo cierto es que en este momento, ni China está interesada en aumentar su presencia militar en nuestra región al estilo soviético; ni los Estados Unidos tienen la intención de vincular a la región latinoamericana en una guerra contra el terror o contra el narco a gran escala[15]. Sin embargo, si bien las intenciones no existen, las capacidades sí. Mientras que las primeras son variables, las segundas son permanentes[16]. Esta historia recién empieza y tiene para largo.

Para concluir, nos preguntamos: ¿Podrá el presidente Obama, así como sus sucesores, cargar en adelante con una responsabilidad tan grande (como ningún otro ser humano ha tenido en la Historia) sin influenciar a largo plazo en la estructura de frenos y contrapesos del sistema político estadounidense? El poder corrompe, el poder absoluto corrompe absolutamente, reza esa vieja frase de Lord Acton repetida hasta el cansancio en casi todos los libros de Introducción a las Ciencias Jurídicas y Derecho Constitucional General. El también Premio Nobel de la Paz y ex profesor de Derecho en Harvard debe conocerla bastante bien, así como sus consecuencias. Algo de eso también hay en el capítulo final de Death Note

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[1] Pronunciación japonesa de Killer, en inglés.

[2] Cabe resaltar la contradicción entre discurso público, el cual resalta la necesidad de proteger de la vida de los criminales; con la unánime alegría con la que los anónimos foreros de Internet comentan las últimas hazañas de Kira; libres ya de cualquier atadura de corrección política.

[3] Al respecto ver la nota de Jennifer Griffin. (Fox News, 20/Oct/11).

[4] (New York Times, 29/May/12).

[5] “Remember George W. Bush’s “Global War on Terror”?  Actually, his war was never truly global.  War waged in a special-operations-first world just might become truly global -- and never-ending”. (TomDispatch, 29/May/12).

[6] También cabe la posibilidad que la operación fracase y que todo el mundo se entere a partir de eso.

[7] “There are certainly plenty of evildoers who wish us ill (primarily but not necessarily in the Greater Middle East).  How many will USSOCOM have to liquidate before the job is done?  Answering that question becomes all the more difficult given that some of the killing has the effect of adding new recruits to the ranks of the non-well-wishers”. (TomDispatch, Op. Cit.).

[8] Los totalitarismos nazi y comunista plantearon este dilema en el siglo XX, en el sentido que exigían a las generaciones actuales sacrificarse en pro de la realización de una Utopía futura, sea ya en forma de paraíso de la raza aria o dictadura del proletariado. Naturalmente, todo ello sin preguntarse si lapso para la realización de esa supuesta Utopía tomaría uno, cinco, diez, cien, o mil años.

[9] “(…) The second thing, which matters in the course of a century—and this really is important—is that it [the U.S. Navy] has the potential to reshape patterns of international trade if it chooses. The United States throughout the 20th century, the second half in particular, has operated under the principle of a free-trade regime in which its Navy was primarily used to facilitate international trade. It did not seek to develop any special advantage from that, save those sanctions and blockades that we occasionally imposed for immediate political purpose”. (Friedman, 2009).

[10] “(…) Last month, for example, the Peruvian Defense Ministry canceled a $114 million contract with a consortium that included U.S. defense manufacturer Northrop Grumman after a Chinese company convinced officials the project did not meet technical specifications”. (Washington Times, 27/May/12).

[11] La ayuda militar que los Estados Unidos brindan a Israel, Egipto o Irak por separado superan con creces la ayuda militar total a los países de América Latina. (Medina, 2012).

[12] Su problema es mucho peor que el nuestro y a pesar de todo, sus éxitos han sido mayores.

[13] Por cierto, algo que ningún diplomático estadounidense toleraría en sentido inverso.

[14] Nos preguntamos si esas personas responderían de la misma manera si la injerencia proviniera de Chile, Bolivia o Venezuela, así fuera verdad.

[15] Ni siquiera en el caso de México, cuando el presidente Obama tuvo que retractarse de su afirmación de que éste era un Estado Fallido a causa del narcotráfico. No obstante, es común entre el stablishment de derecha estadounidense la opinión de la necesidad de un involucramiento directo de las Fuerzas Armadas en el caso de una implosión del Estado Mexicano, así como de una posterior crisis de refugiados (Krikorian, 2009).

[16] La relación entre intenciones y capacidades es un lugar común en la Teoría de las Relaciones Internacionales. Compartimos nuestra posición al respecto en un artículo publicado en la Revista Andina de Estudios Políticos, edición de enero 2012. (Medina, Op. Cit.). Por ahora, es necesario señalar que incluso en el Congreso estadounidense existe preocupación por el posible uso de drones armados dentro de su propio territorio.

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Referencias

BACEVICH, Andrew. (2012). Unleashed: Globalizing the Global War on Terror. TomDispatch. 29/May.

BECKER, Jo y SHANE, S. (2012). Secret ‘Kill List’ Proves a Test of Obama’s Principles and Will. New York Times. 29/May.

FRIEDMAN, George. (2009). The Next 100 Years: A Forecast for the 21st Century. Carnegie Council for Ethics and International Affairs.  28/Ene.

GRIFFIN, Jennifer. (2011). U.S. Drone Involved in Final Qaddafi Strike, as Obama Heralds Regime's 'End'. Fox News. 20/Oct.

HEARN, Kelly. (2012).  China-Peru ties growing stronger. The Washington Times. 27/May.

KRIKORIAN, Mark. (2009).  Mexico Isn`t a Failed State… yet. National Review Online. 24/Mar.

MEDINA, Anthony. (2012). Teorizando la Política Exterior de Hugo Chávez: Realismo Periférico-Ofensivo como estrategia internacional del Gobierno de Venezuela en el período 2008-2010. Revista Andina de Estudios Políticos. Vol. I, Nº 2.


Escrito por

Anthony Medina R.

Politólogo, 28 años, docente universitario e investigador en temas de Relaciones Internacionales Latinoamericanas. Blog misceláneo.


Publicado en

MOCHILERO

Política, Mundo, Sociedad y Cultura Pop en el Perú